martes, enero 22, 2008

Clasificación de las teorías de conceptos en ciencia cognitiva de acuerdo a la condición de identidad

Guido Vallejos
Centro de Estudios Cognitivos
Departamento de Filosofía
Facultad de Filosofía y Humanidades
Universidad de Chile

A continuación explicaré cómo podrían clasificarse las teorías de conceptos si es que asumiéramos que una de las condiciones de identidad de estos es que son representaciones mentales, y el modo en que podrían clasificarse si asumiéramos que no lo son.


Bajo el primer supuesto, y siguiendo las teorías actualmente en oferta, hay dos alternativas por las que puede optarse: o bien los conceptos son en su mayoría representaciones estructuradas, o complejas, o bien son en su mayoría simples, o atómicas. El modo no taxativo de poner las dos opciones parece a primera vista extraño, aunque explicable dadas las características de las teorías de conceptos que pretenden basarse en algún tipo de evidencia experimental en ciencia cognitiva (ver capitulo I).


En la primera opción, dado que una de las finalidades de estas aproximaciones empíricas es explicar la ejecución de tareas cognitivas apelando a procesos mentales en las que los conceptos tienen un rol central, y dado que los procesos cognitivos pueden en general caracterizarse como procesos inferenciales, las inferencias que se realizan sobre, o en virtud de los conceptos, requieren que estos tengan un grado de estructura o de complejidad que justifique los tránsitos inferenciales que se realizan entre conceptos. Así, aunque se asume que los conceptos en tanto representaciones complejas deben tener constituyentes simple, es explicativamente irrelevante para la psicología así concebida establecer cuáles son los constituyentes últimos de los conceptos. Más bien, su tarea se centra en establecer de qué manera un concepto se relaciona con rasgos asociados (otros conceptos) de manera de facilitar las inferencias. Siendo este el caso, afirmar que los conceptos son en su mayoría estructurados o complejos es una manera de decir que lo que es explicativamente relevante es el carácter complejo de un concepto, para los propósitos de las teorías psicológicas en cuestión. No obstante, este propósito explicativo podría determinar una afirmación de carácter ontológico relativa a la natutaleza de los conceptos: los conceptos son representaciones mentales complejas o estructuradas. Pero, dada la preeminencia del propósito explicativo, la afirmación es morigerada: los conceptos son en su mayoría representaciones complejas. A pesar de este carácter morigerado, las teorías en cuestión dejan como única alternativa la individuación de un concepto por sus relaciones con otros conceptos —i.e., sus rasgos constituyentes—, con los que se relaciona con distintos grados de fuerza y con grados diferentes de alcance.

Dentro de este encabezado pueden mencionarse las siguientes teorías:

  1. La teoría clásica o de las definiciones. Un concepto es una representación compleja que se individua en virtud de la relación necesaria con cada uno de sus constituyentes, y de la relación suficiente con la conjunción de sus rasgos constituyentes.
  2. La teoría neoclásica. Un concepto es una representación compleja que se individua por la relación necesaria que tiene con sus constituyentes. En este caso se excluye la condición de suficiencia, ya que no es posible enumerar exhaustivamente la conjunción de los constituyentes conceptuales o rasgos.
  3. La teoría de prototipos. Un concepto es una representación compleja que se individua por sus asociaciones estadísticamente frecuentes con sus rasgos constituyentes. Si la teoría de prototipos se concibe en términos de ejemplares, entonces un concepto es una representación compleja que se individua por sus relaciones de similitud, estadísticamente codificables, con la representación de sus ejemplares. Vale la pena recordar, sin embargo, el argumento de Murphy, 2002, según el cual la teoría de ejemplares presupone la de prototipos y, por lo tanto, se reduce o puede ser explicada por esta última.
  4. La teoría-teoría. Un concepto es una representación compleja que se individua por sus relaciones con conceptos pertenecientes a teorías adyacentes, las cuales a su vez pueden formar parte de una teoría total del mundo de un individuo en un momento dado de su desarrollo cognitivo. El hecho de que se apele a teorías adyacentes no implica que se tenga que apelar también a la teoría total del mundo en el que esas teorías adyacentes están incluidas. Una teoría-teoría radical suscribiría este último planteamiento (como la que puede atribuirse a Gopnik); aunque otras más morigeradas no necesitarían asumir esta postura radical (como la de Keil, y quizá la de Murphy) Esto no significa que, por las características de la modalidad de individuación que subyace a sus propuestas, no puedan verse forzados a asumirla.
Una segunda opción que queda, si es que se acepta que los conceptos son representaciones, es plantear que los conceptos son en su mayoría simples o atómicos. En este caso se asume que para explicar los procesos mentales que permiten dar cuenta de la conducta inteligente, no es necesario suponer como básico el postulado de que las inferencias son constitutivas de los procesos cognitivos. Hay una instancia más básica, que consiste en postular que el pensamiento es composicional. Esto requiere solamente aceptar que hay un conjunto finito de ítemes léxicos simples (conceptos), y un conjunto finito de reglas que componen en estructuras más complejas estos elementos constituyentes. A su vez, la composicionalidad explica el carácter productivo y sistemático del pensamiento. La posibilidad de hacer inferencias no radicaría en la complejidad o en el carácter estructurado que las teorías caracterizadas más arriba consideran esencial a los conceptos, y su explicación es compatible con la posibilidad de que haya conceptos no estructurados. Los supuestos teóricos, señalados más arriba, permiten explicar el hecho psicológico de que hay conceptos estructurados, pero sólo sobre la base de la individuación de sus constituyentes, sin que por ello los conceptos pierdan su rol en la explicación de la cognición.
La única teoría propuesta en torno a esta última opción es el Atomismo Informacional de Fodor. La caracterización que hemos hecho de esta posición más arriba solamente señala que la tesis de acuerdo a la cual los conceptos son representaciones complejas no es ni explicativa ni metafísicamente necesaria. De acuerdo a lo anterior, el atomismo informacional no especifica como formular las condiciones que permitan individuar los conceptos como entidades simples. En este sentido solo nos queda considerar la posibilidad de la tesis de que los conceptos son representaciones simples o atómicas.

Para el segundo grupo de teorías los conceptos no son esencialmente representaciones. Esta tesis requiere una aclaración previa. En ella no se niega que los conceptos puedan ser representaciones; más bien lo que niega es que puedan identificarse con representaciones. En un sentido ontológico, la identificación establece una dependencia metafísica con un grado de fuerza tal que sería imposible concebir conceptos que no fueran representaciones mentales. En contraposición, lo que las teorías del segundo grupo establecen es una dependencia de los conceptos de un ámbito de propiedades distinto al de la esfera representacional.

Los puntos extremos de la oferta son básicamente dos. Una de los extremos plantea que los conceptos son entidades metafísicas extramentales, y las representaciones mentales que de esos conceptos los sujetos puedan tener dependen de que sean capaces de captar los conceptos de ese Tercer Ámbito. Frege y un neofregeano como Peacocke se inclinan por esta opción. Para Frege los conceptos son sentidos o pensamientos en un ámbito metafísico extramental y es en virtud de su individuación como sentidos, a través de su definición intensional [[1]], que los conceptos tienen condiciones de referencia y de verdad. Para Frege, nada que tenga que ver con la mente y los procesos mentales debe intervenir en la individuación de conceptos. Peacocke, en cambio, tiene presente el acceso al Tercer Ámbito como un problema central para la individuación de los conceptos. Dicho acceso no solamente es posible por nuestra capacidad de hacer juicios que evidencian nuestra captación del concepto, sino por un agente —más específicamente un pensante— que tiene actitudes proposicionales que evidencian un uso adecuado del concepto al interior de esos estados mentales. Esto permite a Peacocke individuar los conceptos por sus condiciones de posesión y acceder de manera indirecta a la individuación de los conceptos en el Tercer Ámbito. De este modo, todo lo que es relevante para la individuación de los conceptos está presente en la formulación de las condiciones de posesión de aquellos. Las condiciones de posesión así formuladas deben ser explicadas en términos subdoxásticos por la psicología. Es en este ámbito donde podría explicarse la realización de las condiciones de posesión en términos representacionales que satisfagan los requisitos de la Teoría Representacional de la Mente, propuesta por Fodor en el marco del Atomismo Informacional. Pero, si asumiéramos que la teoría de Peacocke es verdadera, el AI no se aplicaría para individuar un concepto sino, más bien, sólo explicaría cómo se realiza la condición de posesión de un concepto.

Dentro de las teorías neofregeanas, hay quienes piensan (Cussins) que formular condiciones de posesión y requerir la explicación de las mismas por parte de la psicología no es todavía suficiente para determinar cómo es que los conceptos, entendidos al modo de Frege y Peacocke, se usan significativamente en la vida diaria por parte de los agentes. La individuación a través de las condiciones de posesión apela a un pensante ideal, cuyo dominio del concepto se manifiesta por el hecho de que tiene actitudes proposicionales que lo contienen. A su vez, la explicación psicológica es la especificación de estados y mecanismos que realizan dicha condición, sin emplear el vocabulario doxástico de las condiciones de posesión. Para una completa determinación de los conceptos como sentidos, se requiere especificar no solamente las condiciones de su realización sino las condiciones que rigen su aplicación en circunstancias particulares diversas. Los sentidos pueden determinar la referencia en forma abstracta, pero no contienen las especificaciones suficientes para determinarla en un gran número de circunstancias concretas. Tales condiciones y especificaciones no dependerían de reglas sino que estarían en función del uso. La exclusión de las reglas para especificar los usos solamente deja como instancia última de determinación a la experiencia, no entendida al modo empirista tradicional, sino en función de una subjetividad acoplada a los factores ambientales, a través de las interacciones que se establecen entre organismo y ambiente. La información que emerge de esa interacción es una modalidad no conceptual de contenido, que resultaría finalmente adecuada a la metafísica de los conceptos tanto fregeana como neofregeana.

En el otro extremo de las teorías que niegan que los conceptos sean esencialmente representaciones, encontramos el planteamiento de que los conceptos son explicativa y metafísicamente dependientes de la experiencia o de esquemas experienciales. En este caso, el término ‘experiencia’ tampoco debe entenderse al modo de los empiristas tradicionales, que con grados variables de énfasis defienden la dependencia de la experiencia de factores mentales. La noción de experiencia en la teoría extrema a la que hacemos referencia, depende de lo que ordinariamente consideramos como factores mentales, corporales y ambientales, pero que, en opinión de los que sostienen esta tesis, son indistinguibles como tales en el flujo mismo de la experiencia. Para quienes defienden esta perspectiva, los conceptos son meras proyecciones metafóricas de la experiencia así entendida; más literalmente, los conceptos se identificarian con metáforas experiencialmente basadas, y no con representaciones mentales que pertenezcan a un dominio abstracto similar al simbólico.



[1] En filosofía hay diferencia entre lo que significan las expresiones ‘intencional –con- c’, que en términos generales, esta referida al ámbito de los estados mentales, e ‘intencional –con- s’, referida al de la significación. Un tratamiento exhaustivo y también cercano a la intuición puede encontrarse en Searle, 1981.