jueves, diciembre 08, 2011

Contexto, sintaxis lógica y significado de los nombres en el Tractatus



Contexto, sintaxis lógica y significado de los nombres en el Tractatus: Determinación del sentido, sinsentido y elucidaciones.

Ponencia

II Seminario Wittgenstein (Diciembre, 2, 2011)


Guido Vallejos 
Universidad de Chile



I. Introducción 
El propósito de esta ponencia es mostrar las bases de la determinación del sentido de una proposición en el Tractatus. Esto tiene consecuencias para la noción de sinsentido y también para el carácter elucidatorio que W. asigna a la filosofía. Una buena parte de lo que expondré concuerda, en algún sentido que no es del caso detallar aquí, con lo que sostienen los llamados lectores resueltos del Tractatus (Conant 2000 y 2002; Diamond 1991). Sin embargo, en esta ocasión no mi propósito defender ni atacar este tipo de lectura.

II Contexto interpretativo

(a) NOL B61. La filosofía consiste en lógica y metafísica: la lógica es su base. 
(b) NB 13.10.14. La lógica se cuida de sí misma; todo lo que tenemos que hacer es mirar y ver cómo lo hace. (Cf. También TLP 5.473.) 

(c) TLP. 6.54 Mis proposiciones son elucidaciones de este modo: quien me entiende las reconoce al final como sinsentidos, cuando mediante ellas ―a hombros de ellas― ha logrado auparse por encima de ellas. (tiene, por así decirlo, que tirar la escalera una vez que se ha encaramado en ella.) Tiene que superar esas proposiciones; entonces verá el mundo correctamente.
Tomo a NOL B61 con el alcance siguiente: La lógica es constitutiva del mundo, el pensamiento y el lenguaje. Esta es una tesis metafísica que, finalmente, no puede expresarse a través del lenguaje, lo que lleva a 6.54.
  
III Estados de cosas y pensamientos
1. Los estados de cosas son combinaciones de objetos. En cuanto tales tienen una estructura. La estructura de los hechos pese a ser contingente, debe estar prevista por la lógica, la cual es la fuente de todas las posibilidades. La forma de cada uno de los objetos contiene todas las combinaciones posibles de objetos (estados de cosas) en las que cada uno de esos objetos puede participar. De este modo, se configura lo que W. denomina el espacio lógico. Los hechos en este espacio tienen la posibilidad de existir o no existir.
2. Los pensamientos figuran un hecho en el espacio lógico. Los pensamientos en la medida que tienen elementos constituyentes organizados de tal y tal manera, son también estructurados y, por lo tanto, hechos. Por su carácter representativo, la posibilidad de su estructura depende de la forma de figuración lógica. En virtud de ésta: 1) los elementos de la figura se conectan con los objetos del estado de cosas en el espacio lógico y 2) hay una regla de mapeo (forma de figuración lógica), en virtud de la cual un pensamiento es isomórficamente esencial respecto al hecho que figura. La figura, no obstante está en este tipo de relación representacional con el estado de cosas en el espacio lógico, no puede figurar su forma de figuración.

IV. Proposiciones y sentido 
3. El lenguaje consta de proposiciones. Estas no revelan en forma inmediata la lógica que subyace a ellas, la que es encubierta por las características materiales de un signo. Pero si aceptamos B61 y NB 13.10. 14 (o TLP 5.473), podemos desvestir los signos de sus ropajes aparentes y descubrir que cada proposición del lenguaje está en perfecto orden lógico. Esto significa que cada proposición, dados esos supuestos, tiene un solo análisis. cada proposición es analizable en proposiciones elementales, ie., proposiciones que no son analizables en otras proposiciones. Las proposiciones elementales tienen como constituyentes nombres, a los que Wittgenstein caracteriza como signos simples. Una proposición elemental es de este modo una estructura: consta de nombres organizados de una determinada manera. Un signo proposicional con estas características expresa un pensamiento. El pensamiento, aparte de figurar también un hecho posible, contiene el método de proyección de la proposición sobre el estado de cosas posible en el espacio lógico.
4. La proposición elemental por ser estructurada es un hecho. Cabe aquí también la pregunta de qué es lo que hace posible su carácter estructurado. Al igual que la figura, la proposición tiene un carácter representacional, por lo que la posibilidad de su estructura (su forma) también es caracterizada de un modo relacional, tanto o más peculiar que el de la figura (cf. TLP 3.1 – 314). Su forma reside en la relación de proyección que esta establece con el hecho por ella representado en el espacio lógico. Pertenece al contenido de la proposición todo lo relacionado con la proyección, pero no lo proyectado (el hecho en el espacio lógico). Pero dentro de lo que concierne a la proyección está la posibilidad (o forma) de aquello que la proposición proyecta. De este modo, la proposición, en rigor, no está por el hecho que representa ni tampoco representa --en un sentido filosóficamente trivial, como en la relación representación/representado-- un hecho determinado, sino que contiene la forma de aquello que representa y, con ello, la posibilidad de lo representado. De este modo, la proposición dice que así están las cosas en el mundo y muestra también aquello que hace posible que las cosas estén como la proposición dice que están. Si esto es así, el sentido de la proposición, no es representacional --en la acepción trivial que comenté más arriba--, sino que es más bien la mostración de lo que hace posible decir que así están las cosas.


V. Determinación del sentido

5. Hasta este punto, lo que podría llamarse la semántica de las proposiciones exhibe una cierta indeterminación: las proposiciones ‘Juan ama a María’ y ‘María odia a Juan’ solamente muestran lo que hace posible que esas dos proposiciones digan cómo estarían las cosas si esas dos proposiciones fueran verdaderas. El sentido que esas proposiciones muestran no está todavía determinado. Siguiendo a Wittgenstein: 
La exigencia de la posibilidad de los signos simples es la exigencia de la determinación del sentido. TLP 3.23 
A los signos simples dentro del contexto de una proposición elemental, Wittgenstein los denomina nombres. Esta denominación no es correlativa a lo que en una gramática elemental del lenguaje se entiende nombre --p.e., como diferente de un verbo. Los nombres tiene una denotación. En términos muy generales, la denotación de los nombres es un objeto. ¿Pero es esto suficiente para satisfacer la determinación del sentido de una proposición? 
6. En este respecto Wittgenstein afirma:  
Sólo las proposiciones tiene sentido; sólo en la trabazón de una proposición un nombre tiene significado. (TLP 3.3.) 
Esto recuerda el principio del contexto de Frege: Solamente en el contexto de una oración sus constituyentes tienen significado. El principio del contexto, como se verá, se aplica en la elucidación del significado de los nombres. En las consideraciones que siguen se tendrá presente el siguiente pasaje del Tractatus: 
Frege dice: Cualquier proposición legítimamente formada tiene que tener un sentido; y yo digo cualquier proposición posible está legítimamente formada, y si no tiene sentido esto sólo puede ser consecuencia de que no hemos dado significado a una de sus partes constituyentes. (Incluso si creemos habérselo dado.) (TLP 5.4733) 

IV. Elucidaciones, simbolismo y sintaxis lógica 
7. En 3.263 W afirma que el significado de los signos primitivos ―nombres― solamente puede ser explicado mediante elucidaciones. Las elucidaciones son las proposiciones elementales en que tales signos aparecen. Sin embargo, comprender las elucidaciones presupone que el significado de los nombres está determinado. Parecería como si el significado de los nombres tuviera que estar determinado previamente para comprender las elucidaciones. Si así fuera, entonces no sería necesario postular la dependencia del significado de los nombres del contexto de la proposición. Pero lo anterior, a su vez, supone que hay algo así como el significado general de un nombre. Este tendría que ser el objeto y, más específicamente, ya que estamos hablando del significado general de un nombre, la forma de ese objeto. En el ámbito ontológico los objetos son independientes en la medida en que no pueden ser individuados en virtud de algún tipo de relación interna que mantengan con otros objetos; pero, por su forma, son dependientes de su participación en múltiples concatenaciones de objetos que constituyen hechos atómicos. En el ámbito del lenguaje, los nombres exhiben independencia en la medida en que para determinar su significado no se requiere apelar a otros nombres o proposiciones; la determinación de su significado depende de que esté por el objeto simple que denota. Si un nombre está por un objeto, está también por su forma. Pero, si meramente estuviera por su forma, el nombre estaría por la totalidad de configuraciones de objetos en las que el objeto denotado por el nombre podría participar. Si así fuera, el significado de ese nombre sería altamente indeterminado, pues expresaría todas las combinaciones de objetos en las que podría participar. Esto haría imposible que el nombre contribuyera a la determinación del sentido de una proposición. El sentido de una proposición completamente analizada muestra cómo estarían configurados los objetos si esa proposición fuese verdadera, y no la totalidad de combinaciones posibles en el espacio lógico en las que los objetos nombrados en la proposición participan. La proposición representa un estado de cosas determinado, y, si es así, el significado de los nombres de una proposición elemental son los objetos en la medida que forman parte de una configuración específica. De este modo, sólo en el contexto de una proposición, si ésta es una proposición que tiene un sentido determinado, los nombres tienen significado. 
8. La aclaración anterior permite comprender mejor el rol que cumplen las elucidaciones. Supongamos que alguien intentara comprender el significado general de un nombre y que esa persona, al intentar comprender el significado general del nombre, no busca establecer la participación específica de un objeto en un hecho atómico, sino la forma o esencia del objeto por la cual está el nombre independientemente de la participación del objeto en esa configuración específica. De acuerdo al planteamiento de Wittgenstein, no podrá acceder a la forma por la cual está ese nombre mediante una definición que ponga de manifiesto su esencia. La definición establece una relación de identidad entre el nombre a definir y su definición. Ello implicaría que tanto el definiendum ―el nombre a definir― y su definiens ―la definición― denotan el mismo objeto. Pero si se acepta que el nombre a definir es simple y no analizable, la sola posibilidad de la definición pone en cuestión la simplicidad de ese nombre. Ahora, podría plantearse que esta dificultad puede zanjarse si tanto el definiendum como el definiens son simples. Pero si es así, entonces o bien ambos significan el mismo objeto o bien significan diferentes objetos. La segunda alternativa es obviamente absurda ya que, si no significaran lo mismo, la definición no cumple el propósito de preservar la identidad. La primera de las alternativas también lleva a un absurdo, pero menos obvio que el anterior. En efecto, si ‘A = B’ dice que el objeto a es idéntico al objeto b, entonces se requeriría un criterio que permita discernir esa identidad. Si lo hubiera, entonces habría que agregar a la definición una especificación de las propiedades que los hacen idénticos. Pero agregar esa especificación a la definición, inmediatamente pone de manifiesto que el definiendum no es una expresión simple y que, en consecuencia, el nombre a definir no puede denotar un objeto simple. Luego, ‘A = B’ no tiene sentido ya que la identidad entre los objetos que A y B denotan, siendo estos simples, no es posible de discernir. 
9. Aparentemente, la imposibilidad de definir los nombres dejaría en muy mal pié la posibilidad del análisis. Como bien lo señala Fodor (1998), una buena parte de la filosofía analítica descansa en la posibilidad de que pueda establecerse algún tipo de relación definicional entre los términos sometidos al análisis filosófico. Wittgenstein presenta una alternativa al fundamento definicional del análisis, mediante lo que él denomina elucidaciones. Él plantea que lo que más arriba denominaba el significado genérico de un nombre puede ser comprendido si se enumeran todas las proposiciones elementales en las que ese nombre aparece. La totalidad de las proposiciones elementales en las que ese nombre aparece es, en este caso, el equivalente lingüístico de la forma del objeto denotado por ese nombre. En efecto, enumerar la totalidad de las proposiciones elementales en las que aparece el nombre, equivale a enumerar la totalidad de los hechos atómicos en el espacio lógico en los que participa el objeto significado por ese nombre. Y la totalidad de configuraciones de objetos en las que el objeto significado por el nombre es lo mismo que la forma de ese objeto. Este procedimiento enfatiza, en un plano más general y abstracto, la dependencia del significado de los nombres respecto de la proposición. En efecto, si con propósitos de análisis se quiere explicar el significado del nombre N, lo que debiera hacerse es enumerar las proposiciones elementales en que N aparece. La explicación del significado del nombre de N no es, por lo tanto, su definición, sino su elucidación; es decir, la enumeración de la totalidad de las proposiciones elementales en las que ese nombre aparece.
10. Sin embargo, el listado de elucidaciones por sí solo no es una pista suficiente para establecer el significado de un nombre. Se requiere una especificación adicional de las propiedades del lenguaje. Esto podría dar lugar, si bien no a un criterio, por lo menos a una instancia reguladora para establecer el significado de un nombre. La concepción del simbolismo subyacente a la proposición, que da origen a la sintaxis lógica, puede considerarse como esa instancia reguladora.

‘Expresión y ‘símbolo’ son para Wittgenstein términos sinónimos:

Llamo una expresión (un símbolo) a cada una de las partes de una proposición que caracteriza su sentido.

Expresión es todo aquello, esencial para el sentido de una proposición, que las proposiciones tienen en común unas con otras (TLP: 3.31). 
Hablar de la proposición en general y de las partes que son esenciales a su sentido, presupone una noción de la forma general de la proposición. En este nivel de consideraciones, La expresión es constante en tanto constituye la forma general de la proposición, y es variable cuando las diversas proposiciones cuyo sentido caracteriza constituyen sus valores. Wittgenstein denomina ‘variable proposicional’ a la expresión concebida como variable.

Los valores que la variable puede asumir no es algo librado al azar, sino que debe ser determinado; pero su determinación no supone una elucidación del significado de las proposiciones que constituyen sus valores. La determinación de los valores de la variable supone una descripción de las proposiciones cuya nota común es la variable; pero no es una descripción de cada una de ellas en particular, sino de los símbolos constituyentes que en la expresión caracterizan su sentido:  
Y sólo esto es esencial a la determinación: que sea sólo una descripción de los símbolos y no asevere nada acerca de lo designado (TLP: 3.317) 
El sentido de una proposición queda así determinado en sus aspectos esenciales, sin necesidad de recurrir a la relación que sus constituyentes tienen con los objetos del mundo para hacerlo. Recurrir a la especificación de dicha relación es un sinsentido, pues ella involucraría intentar representar aquello que es condición de cualquier representación. El simbolismo proporciona las pautas necesarias para la determinación del contenido de los nombres en el contexto de cada proposición. 
Para tener una noción clara de lo que Wittgenstein entiende por símbolo es necesario distinguirlo del signo. El signo es la cara perceptible del símbolo. Esto no significa que el signo refleje siempre al símbolo en la forma más adecuada. Por ejemplo, dos símbolos pueden tener en común el mismo signo. Es el caso de la proposición: ‘El (SR.) Blanco es blanco’, en la cual hay un solo signo —‘blanco’—, pero que designa de dos modos diferentes, por cuanto pertenece a dos símbolos distintos. Estas confusiones, producto de la falta de una relación unívoca entre el signo y los modos de designación del signo contenidos en el símbolo, dan origen, según Wittgenstein, a una buena parte de los problemas filosóficos. Cuando, por ejemplo, se pregunta si lo bueno es idéntico a lo bello, se está preguntando, en el fondo, si acaso ‘bueno’ y ‘bello’ a pesar de ser signos distintos designan del mismo modo o, en otras palabras, si corresponden al mismo símbolo o expresión. Para evitar estos problemas, Wittgenstein recomienda usar un simbolismo que obedezca a la sintaxis lógica. En esta, a cada símbolo debe corresponder un signo o no deben existir dos signos que designen aparentemente del mismo modo y efectivamente no lo hagan —como en el caso de la identidad entre lo bueno y lo bello. En la sintaxis lógica: 
El significado de un signo no debe nunca desempeñar ningún papel; el significado debe poder establecerse sin que haya por ello que hablar del significado de un signo, debe sólo proponer la descripción de la expresión. (TLP: 3.33).  
Es difícil imaginar de qué modo puede llegarse a establecer el significado de un signo solamente describiendo el símbolo o la expresión. Por otra parte, se hace también difícil describir la expresión de un signo cuando previamente no se ha establecido si tiene o no un significado.
Sin embargo, la apelación al simbolismo como aquello que determina los modos de designación le parece a Wittgenstein suficiente para establecer el significado de un nombre recurre a una formulación ad hoc de la máxima conocida como la navaja de Occam:
Si un signo no es necesario carece de significado. (TLP: 3.328) 
Si todo funciona como si un signo tuviese un significado, entonces tiene un significado. (TLP: 3.328) 
Más que un criterio metodológico para distinguir los signos con significado de aquellos que no lo tienen, Wittgenstein piensa, al parecer, que la máxima es inherente al simbolismo subyacente a lenguaje. 
Pero, ¿cómo saber si un signo es innecesario? Solamente por su uso en una proposición. Es en virtud de dicha aplicación que el signo determina la forma lógica que la proposición muestra. La descripción de la expresión o del símbolo permite establecer el significado de un signo sin necesidad de hablar del significado del mismo. Las reglas de la sintaxis lógica surgen como inteligibles por sí mismas (TLP 3.334).  

V. Elucidaciones y sinsentidos 
11. De acuerdo a 5.4733 “cualquier proposición posible está legítimamente formada, y si no tiene sentido esto sólo puede ser consecuencia de que no hemos dado significado a una de sus partes constituyentes. (Incluso si creemos habérselo dado.)”. Teniendo como antecedente lo que he expuesto anteriormente, el sinsentido se produce cuando no es posible determinar el significado de algunos de los nombres de una proposición aun cuando esta parezca estar legítimamente construida. Así la noción de sinsentido se opone a la de sentido determinado, tal como la hemos considerado más arriba. La determinación del sentido, tal como lo he expuesto, depende de la posibilidad (i) de las proposiciones completamente analizadas (o elementales); (ii) de los nombres como constituyentes de la proposición completamente analizada; (iii) de la determinación de su significado mediante elucidaciones guiadas por las especificaciones o estipulaciones simbólicas basadas en la sintaxis lógica.
Así concebidas, las elucidaciones no son proposiciones con sentido. En la medida en que apelan a descripciones de símbolos (i.e., lo que es común a una clase de expresiones que contribuye con su significado a determinar el sentido de una proposición), intentan expresar lo que es constitutivo del carácter representacional del lenguaje. Al hacerlo, caen fuera de los límites del lenguaje y son, por tanto, sinsentidos.
¿Expresan las elucidaciones sinsentidos importantes? Como dicen los lectores resueltos, no es posible distinguir entre sinsentidos importantes y sinsentidos literales. Un sinsentido es la imposibilidad de determinar el sentido de una proposición especificando los significados de los nombres con elucidaciones que siguen los pasos pautados por las observaciones (i) a la (iii) expuestas más arriba. 

Referencias

Conant, J. 2002.. Elucidation and nonsense in Frege and early Wittgenstein. En A. Crary (ed.). The new Wittgenstein. New York: Routledge. 
Conant, J. 2000. The method of the Tractatus. En E. H. Reck. From Frege to Wittgenstein: Perspectives on early analytic philosophy. Oxford: Oxford University Press. 
Diamond, C. 1991. Throwing away the ladder. En C. Diamond. The Realistic Spirit. Cambridge MS: MIT Press.
Wittgenstein, L. 2003. Tractatus Logico-Philosophicus. Madrid: Tecnos. (Traducción, introducción y notas de Luis M. Valdés Villanueva.)
Wittgenstein, L. 1961. Notebooks 1914 -1916. Oxford: Basil Blackwell.
Wittgenstein, L. 1961. Notes on Logic. En Notebooks 1914 -1916. Oxford: Basil Blackwell.

©Guido Vallejos Oportot